Las cárceles, como el resto de instituciones totales son un lugar de residencia y trabajo, en el que actualmente más de 60.000 personas aisladas de la sociedad por un periodo largo de tiempo comparten una rutina en su encierro, sin tener prácticamente contacto alguno con el exterior
En las cárceles, todos los aspectos de la vida se desarrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única, en constante vigilancia, en compañía de un gran número de otros, a quienes se da el mismo trato, formándose así dos grupos enfrentados, internos y funcionarios, sin apenas conversación ni paso de información, aun en las decisiones que se toman desde arriba y que atañen a los internos con una programación total de la vida diaria desde arriba a través de un sistema de normas formales.

La vida entre rejas afecta al preso en todos sus elementos personales. En primer lugar, cuando toda su vida se ha establecido a conveniencia del personal, no puedes tomar ninguna decisión, eres completamente dependiente de los funcionarios y acabas perdiendo el sentido del yo y su posesión, produciéndose así una situación de esclavitud.
Los lazos familiares y emocionales en la cárcel son destruidos, pues éstos son una resistencia permanente contra las instituciones totales, pasando a llevar una vida solitaria, en la que solo las relaciones con otros internos son la salvedad a esta destrucción. En palabras de Javier Ávila Navas “Si tú no experimentas las emociones, se van muriendo, se van muriendo poco a poco, entonces, llega un momento que son tan pobres, tan pobres que no tienes ni siquiera emociones, no te acuerdas de cómo son”.
El interno sufre una desculturación, un desentrenamiento que lo incapacita para encarar aspectos de la vida exterior, siendo en algunos elementos irrevocable dicha pérdida. Se producen degradaciones y humillaciones continuas del individuo y su conciencia, que empiezan desde el mismo momento de la entrada en prisión, produciéndose desviaciones radicales en las creencias que tiene sobre sí mismo y las demás personas y que terminan por producir la mortificación de la propia conciencia que de sí mismos tienen los internos.
Se produce una auténtica perdida de todo lo que se posee , a través de confiscaciones, cambios de celda continuos, pérdida de la intimidad, la propia apariencia e incluso el propio nombre.

Con el pretexto de mantener el orden social y de reinsertar al preso en la sociedad, se mantienen a miles de personas en un sistema de explotación laboral. Tener toda tu vida programada significa que también todas tus necesidades esenciales lo están y el trabajo pasa a convertirse en un sistema de explotación brutal, cuya motivación muchas veces es la de obtener beneficios penitenciarios o evitar posibles castigos.
Bajo los falsos programas de reinserción, los presos son explotados por unas cuantas empresas, cobrando sueldos inhumanos y sin derechos laborales y en la que muchos de los gastos recaen en la Administración y no en el empresario, que sólo ve beneficios.
Se producen situaciones de monopolio y explotación en las que para adquirir un producto necesitas trabajar, y solo puedes comprarlo a la empresa que lo suministra en las cárceles, dándose la paradójica situación de presos que trabajan para una empresa por sueldos ridículos produciendo gran cantidad de bienes, para posteriormente poder adquirir uno de esos bienes los cuales han producido previamente.
La enunciación de Adorno y Horkheimer “Las penitenciarías son la imagen del mundo burgués del trabajo llevada hasta sus últimas consecuencias” siguen plenamente vigentes a día de hoy, a la vista de la explotación económica que se realiza de los internos.
Son múltiples las herramientas a disposición del Estado en esta tarea de anular a la persona y explotarla. Es en ellas en las que tenemos que poner especial energía en nuestra
lucha. Nos estamos refiriendo a los Ficheros Internos de Especial Seguimiento (FIES), a la dispersión que sufren los presos con el fin de evitar que sus familias y amistades puedan verles, a la tortura en las cárceles y en los centros totales, a los Centros de Internamiento de Extranjeros, que son prisiones para personas migrantes, encerradas sin cometer delito alguno, al uso que se da de las drogas, sean “medicamentos para un tratamiento” o fruto del tráfico del que son responsables y beneficiarios los miembros del personal de la prisión.
En un sistema como es el capitalista, son muchas las personas que no han tenido otro remedio en la vida que delinquir para poder salir adelante. El sistema de social imperante, provoca grandes grupos de exclusión, los cuales son carne de cañón para alimentar el sistema carcelario, muy rentable para unas pocas empresas, y cuyos casos, son olvidados por la gran mayoría social, sin contar con el apoyo en muchos casos de los colectivos políticos y sociales.
Xosé Tarrío escribió “Si me preguntaran qué es la cárcel, os respondería sin dudar que es el basurero de un proyecto socio-económico determinado, al cual arrojan a todas aquellas personas que molestan dentro de la sociedad: por eso la cárcel alberga principalmente pobres.”
Debemos hacer mención especial al caso de las mujeres gitanas que sufren especialmente de este sistema represivo, sufriendo una mayor sobrerepresentación que otros colectivos discriminados en el mundo (la población gitana en España se estima que supone en torno al 1.4% del total de la población, mientras que entre la población reclusa las mujeres gitanas representan 25% del total de las mujeres presas), a lo que se une la invisibilidad social de estas mujeres y el desconocimiento de esta realidad.

No son pocas las personas que también son perseguidas por el Estado y sus elementos represivos por el hecho de tener unas ideas y ponerlas en práctica, dando lugar a múltiples casos de represión política y de montajes policiales contra todas aquellas personas y colectivos. En estos casos, la cárcel puede resultar aún más dura por la facilidad con la que se imponen penas excesivas, con medidas que son, en muchos casos, de automática imposición, como son los FIES o la dispersión.
Por todo ello, hoy 31 de diciembre, desde Hortaleza Rebelde queremos mostrar nuestra solidaridad a todas aquellas personas que sufren todos estos problemas, a las familias que sufren día a día, a las personas que injustamente han sido encerradas por luchar, y llamar a la concienciación y movilización, pues sólo de esta manera conseguiremos cambiar este sistema represivo a manos del Estado.
“Soñar; siempre soñar,
con los ojos sin sueño,
que soy un hombre vivo…
siendo tan solo un preso”.
Marcos Ana
* Muchas de las ideas expresadas en estas lineas son recogidas, directas o indirectamente de obras y el colectivo únicamente las ha reflejado. Entre ellas destacan la obra de teóricos como Erving Goffman (Internados) o Michel Foucault (Vigilar y castigar) o de presos como Xosé Tarrio González ( “Huye, hombre, huye”), Amadeu Casellas (“Un reflejo de la sociedad”) o Javier Ávila Navas (“Un resquicio para levantarse”).